Precalentamos el horno a 170ºC.
Hacemos una buttermilk, vertiendo el limón en la leche. Esto conseguirá que la leche se corte, haciendo más cremosa y suave la masa del cupcake.
En un bol, batimos el aceite, el azúcar y los huevos. Cuando están completamente integrados, añadimos el cacao tamizado y mezclamos de nuevo. Incorporamos un poco de la leche cortada y removemos.
Poco a poco, vamos añadiendo la harina tamizada, y a continuación, el resto de la leche con limón, sin dejar de remover o batir.
En un vaso aparte, mezclamos el vinagre con el bicarbonato, y lo vertemos cuando empiece a burbujear.
Cuando la masa sea homogénea, añadimos el extracto de vainilla y el colorante, este último poco a poco, hasta conseguir el color deseado.
Con un medidor los ponemos en los moldes de cupcakes.
Horneamos a 180ºC durante 25 minutos.
Para el frosting, tamizamos el azúcar glass y lo mezclamos en un bol junto con la mantequilla en pomada.
Batimos a máxima velocidad durante 4 o 5 minutos, dejando que la masa aumente su volumen, se aclare y tenga una textura parecida al helado. Agregamos el queso crema y el vinagre y seguimos batiendo por otros 3-4 minutos.
Napamos los cupcakes con nuestro frosting, y para decorar rallamos uno de ellos por encima.